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Pensar a la China: La infraestructura que necesita México para ganar la carrera automotriz del futuro

Emilio Cadena, CEO de Prodensa lo deja claro: "si México quiere liderar la nueva era de la movilidad, debe dejar de pensar en regiones aisladas y ejecutar con visión continental. Ya no basta con estar en el lugar correcto, ahora hay que hacer lo correcto."

Por: Emilio Cadena, CEO Prodensa


En la competencia global por dominar el futuro de la movilidad, México tiene muchas ventajas sobre la mesa: una ubicación estratégica, décadas de experiencia industrial, mano de obra calificada y una red de tratados comerciales sin igual en el mundo —particularmente con la economía más grande del planeta, donde nuestro país representa la mayor complementariedad industrial. Pero si realmente aspiramos a aprovechar al máximo esta oportunidad histórica, necesitamos estar más enfocados y ejecutar con más contundencia que otras regiones que avanzan con velocidad, especialmente en vehículos eléctricos y conducción autónoma. Se requiere visión, planeación rigurosa y ejecución implacable, porque las ventajas heredadas del pasado no serán suficientes. Necesitamos, sin rodeos, pensar a la escala de China.

Para capitalizar esta oportunidad, México debe ejecutar de inmediato al menos cuatro estrategias fundamentales:

1. Infraestructura a la China

Necesitamos infraestructura eléctrica, hídrica, de telecomunicaciones y logística de clase mundial, suficiente y competitiva en costos. Esta infraestructura debe permitir atraer, con velocidad y escala, a muchas más empresas y expansiones. Si queremos que México sea un imán para las inversiones y los mejores empleos, debemos construir condiciones que lo conviertan en un verdadero paraíso industrial.

2. Potenciar el talento

Debemos dotar al extraordinario talento mexicano de las habilidades técnicas y blandas necesarias para ejecutar, mejor que nadie, los empleos calificados que las empresas demandan. Esto no se logrará sin una política educativa alineada con las industrias del futuro.

3. Facilitar la apertura y operación de empresas, y garantizar certidumbre jurídica

Probablemente este es el factor más crítico, y al mismo tiempo, el más factible de implementar. Hablamos de voluntad. Es urgente diseñar e implementar un programa de facilitación comercial y administrativa para Empresas Confiables. No podemos seguir tratando de evitar la ilegalidad a través de procesos complejos e ineficientes. Contamos con la tecnología y las instituciones para hacerlo bien: México debe ser el mejor lugar para abrir y operar empresas, y esa facilitación debe dar paso a una nueva cultura de cumplimiento. Gobierno e iniciativa privada, colaborando, pueden lograrlo.

4. Política de incentivos para sectores estratégicos

Aunque los tres puntos anteriores son los incentivos más valiosos para cualquier empresa, en sectores estratégicos y eslabones críticos de la cadena de valor —como semiconductores, PCBs o tecnologías limpias— debemos estar a la altura de la competencia global para atraer inversiones y motivar que el capital mexicano apueste por desarrollarlos.

El sector automotriz ya lo demostró: hace 30 años, el gobierno federal y algunos estados implementaron programas ambiciosos de incentivos que convirtieron a México en una potencia global en la industria automotriz.

Hoy es momento de volver a pensar en grande y crear un programa de estímulos adecuado a la nueva realidad del comercio global, que permita capitalizar nuestras capacidades actuales y nos mantenga en la primera línea de la industria automotriz mundial. Esto no solo implica apoyar a las armadoras, sino fortalecer toda su cadena de valor, con especial énfasis en la industria electrónica, que hoy es esencial para los vehículos eléctricos.

El caso de Arizona y TSMC lo deja claro: cuando hay coordinación público-privada, visión tecnológica y determinación política, las inversiones llegan. ¿Por qué México no podría hacer lo mismo? No se trata de recursos; se trata de estrategia.

El contexto ha cambiado, pero la lógica es la misma: infraestructura, certeza y talento.

Necesitamos dejar de pensar en competencia entre regiones y comenzar a actuar con visión nacional. Saltillo no compite contra Monterrey. Compiten juntos contra Asia.

México tiene el potencial —y la responsabilidad— de convertirse en una plataforma industrial continental. Pero para lograrlo, necesitamos políticas que trasciendan ciclos sexenales. Aquí es donde el “Plan México” debe ser más que un documento: debe convertirse en un compromiso de Estado. Tiene los ingredientes correctos —infraestructura, talento, facilitación comercial, visión regional—, pero la diferencia real estará en su ejecución.

El gobierno debe garantizar condiciones habilitantes: energía, agua, conectividad, movilidad, educación técnica. Y el sector privado debe operar con estándares globales, invertir en innovación y reinvertir localmente. Pero, sobre todo, ambos deben comprometerse a no cambiar las reglas del juego.

La certidumbre no es un lujo; es un prerrequisito. Las normas no son el problema: el problema es su aplicación desigual y la incertidumbre política, que ahuyentan la inversión.

La nueva relación Estado-empresa debe centrarse en construir prosperidad compartida. No se trata de eliminar regulaciones ni de apostar por el laissez-faire, sino de generar condiciones estables, con marcos regulatorios claros y consistentes. Si queremos que la industria automotriz sea un verdadero motor de desarrollo, sus beneficios deben convertirse en empleo calificado, cadenas de valor robustas e innovación local.

Si México quiere liderar la nueva era de la movilidad, debe anticiparse. Pensar como China no es replicar su modelo, sino adoptar su lógica: invertir hoy en la infraestructura que demandará la industria dentro de 30 años. Esto incluye energía limpia suficiente, logística moderna y capital humano altamente capacitado en tecnologías emergentes. El desarrollo no se improvisa: se diseña, se financia y se ejecuta con visión.

México está en el lugar correcto, y en el momento correcto. Pero eso ya no basta. Ahora necesitamos hacer lo correcto.


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