Por: Emilio Cadena, CEO de Prodensa, en exclusiva para Clúster Industrial.
Vivimos tiempos complejos. Las tensiones comerciales se intensifican día a día, y el proteccionismo estadounidense regresa con una fuerza que no habíamos visto en décadas. Para México, este escenario plantea una pregunta fundamental: ¿seremos capaces de aprovechar este momento histórico para consolidarnos como un proveedor industrial clave en América del Norte, o veremos cómo otras economías nos ganan la partida?
Los números hablan por sí solos: De acuerdo con el Informe de Reglas de Origen Automotriz del T-MEC, elaborado por la Comisión de Comercio Internacional, en 2024, más de la mitad de las importaciones de autopartes de EE.UU. provinieron de sus socios del T-MEC, México y Canadá. De un total de $197.3 mil millones de dólares en importaciones globales de autopartes, $81.2 mil millones llegaron de México y $19.5 mil millones de Canadá, sumando aproximadamente el 51.04% del total. Esta cifra no es solo un indicador de nuestra fuerte interdependencia, sino la prueba de que tenemos en nuestras manos una oportunidad extraordinaria. Si sabemos aprovecharla, México puede convertirse en una pieza fundamental e irreemplazable de la cadena de valor regional.
Lo que estamos viendo es una transformación acelerada del panorama comercial. Mientras Estados Unidos endurece sus aranceles contra China y otras economías asiáticas, el T-MEC adquiere un valor estratégico que antes no tenía. Pensemos en esto: si antes la diferencia arancelaria entre operar dentro o fuera del tratado rondaba el 3.6%, hoy enfrentamos aranceles que pueden superar el 20% para países como Japón o Corea del Sur. Esta nueva realidad obliga a las empresas norteamericanas a repensar completamente sus estrategias de abastecimiento, y coloca a México en una posición privilegiada para atraer inversiones y fortalecer su red de proveedores locales.
Pero seamos claros: esta ventaja no llegará por arte de magia. El fortalecimiento de las reglas de origen del T-MEC, sumado a las presiones geopolíticas actuales, está forzando a que más procesos productivos se realicen dentro del bloque. México puede beneficiarse enormemente, pero para lograrlo necesitamos demostrar que tenemos la capacidad industrial, las competencias técnicas y los estándares de calidad que exigen las armadoras y sus proveedores de primer nivel. Convertirse en un proveedor confiable no es cuestión de buenas intenciones, sino de inversión real, formación de talento especializado y disciplina operativa.
Tenemos la responsabilidad urgente de construir un ecosistema verdaderamente competitivo. La velocidad para establecerse, obtener permisos, acceder a talento e infraestructura definirá si una inversión llega... o se va. Es un reto considerable, pero también el único frente bajo nuestro control total. Mientras la política comercial de EE.UU. escapa a nuestra influencia, la preparación de nuestro entorno operativo depende por completo de nosotros.
El desafío que enfrentamos tiene dos dimensiones. Por un lado, debemos responder con agilidad a la coyuntura actual de nearshoring y cadenas regionales que buscan estabilidad. Por el otro, necesitamos construir institucionalidad y certidumbre a largo plazo. La política industrial mexicana no puede seguir siendo reactiva ni fragmentada. Necesita alinearse con una visión integral que coordine gobierno, iniciativa privada, universidades y entidades técnicas para formar un frente común que garantice competitividad estructural.
Si el proteccionismo estadounidense se convierte en la nueva normalidad, México tendrá que jugar sus cartas con inteligencia. Esto significa apostar por una integración más profunda con Estados Unidos y Canadá, elevar nuestro nivel tecnológico, diversificar mercados sin abandonar el norteamericano y desarrollar la resiliencia necesaria para enfrentar shocks externos. La respuesta no está en resistir el cierre de mercados, sino en convertirnos en socios tan indispensables que ese cierre sea simplemente inviable.
Hoy más que nunca, México tiene la oportunidad de transformar su geografía en estrategia. No se trata solo de estar cerca, sino de ser verdaderamente relevantes. Esa relevancia se construye con calidad, confianza y visión de largo plazo. El T-MEC no es solo un tratado comercial: es nuestro vehículo hacia un nuevo modelo industrial. Pero el tiempo apremia. La pregunta ya no es si México puede aprovechar esta oportunidad, sino si tendremos la determinación y la capacidad de ejecución para convertirla en una realidad.
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