Ontario, Canadá, 24 de octubre de 2025.- Las tensiones en la industria automotriz norteamericana sumaron un nuevo capítulo luego de que el gobierno de Canadá anunciara un fuerte ajuste a las cuotas de importación libre de aranceles para General Motors y Stellantis, dos de los fabricantes más relevantes en su territorio. La decisión, tomada tras el incumplimiento de compromisos de inversión y manufactura en suelo canadiense, pone en evidencia los crecientes desacuerdos comerciales entre los gobiernos de Ottawa y Washington.

Según declaraciones oficiales del Departamento de Finanzas de Canadá, GM verá recortada su cuota anual de remisión arancelaria en un 24.2%, mientras que Stellantis enfrentará una reducción del 50%, como sanción por reducir su producción local en instalaciones clave como Oshawa e Ingersoll (GM) y cancelar sus planes de ensamble en Brampton (Stellantis).

“Estas decisiones son inaceptables y contravienen sus obligaciones legales con Canadá y los trabajadores canadienses”, afirmó François-Philippe Champagne, Ministro de Finanzas e Ingresos Nacionales.

La cláusula condicional del arancel del 25%

Este ajuste se enmarca dentro del esquema de “remisión arancelaria condicional” lanzado por el gobierno canadiense en abril de 2025, cuando anunció la posibilidad de aplicar aranceles del 25% a vehículos estadounidenses que no cumplieran con el T-MEC. Sin embargo, también ofreció exenciones a aquellas armadoras que mantuvieran su producción en el país y ejecutaran sus inversiones comprometidas. Con los recientes movimientos de Stellantis y GM, dichas condiciones dejaron de cumplirse.

“Esto no se trata solo de acuerdos incumplidos, sino de proteger la capacidad industrial canadiense. No vamos a permitir un acceso injusto a nuestro mercado mientras enfrentamos barreras para ingresar al de EE.UU.”, señaló el primer ministro canadiense Mark Carney.

Impacto en trabajadores y reacción política

La reducción de producción en Ontario encendió la alarma en el ecosistema laboral y político canadiense. Stellantis decidió trasladar la fabricación del Jeep Compass a Illinois, mientras que GM cesó la producción de las vans eléctricas BrightDrop en Ingersoll, alegando una baja en la demanda. Estas decisiones impactan directamente a miles de empleos, lo que llevó a figuras como la ministra de Industria Mélanie Joly y el premier de Ontario Doug Ford a advertir sobre posibles acciones legales si las empresas no rectifican.

“Estas empresas han recibido miles de millones en apoyo público. No pueden simplemente dar la espalda al país que las ha respaldado”, declaró Joly.

En tanto, Lana Payne, presidenta nacional de Unifor, advirtió que la estrategia del presidente Donald Trump está “extorsionando corporaciones para relocalizar producción en EE.UU.” y consideró acertada la postura dura del gobierno canadiense. “Si no actuamos ahora, lo perderemos todo”, dijo.

Trump rompe negociaciones con Canadá y Carney reacciona desde Asia

La noche del 23 de octubre, las tensiones comerciales entre Canadá y Estados Unidos escalaron de forma abrupta cuando el presidente Donald Trump anunció, a través de su red Truth Social, la cancelación unilateral de las negociaciones comerciales bilaterales con Canadá. El mensaje fue publicado luego de la difusión de un spot televisivo en Ontario que criticaba los aranceles estadounidenses con una grabación histórica de Ronald Reagan, lo que enfureció al mandatario estadounidense.

La ruptura sorprendió al gobierno canadiense, que en semanas recientes había redoblado esfuerzos para renegociar las tarifas sobre exportaciones clave como acero y aluminio, con el objetivo de evitar una guerra comercial. Incluso, hacía apenas dos semanas, el primer ministro Mark Carney se había reunido con Trump en la Casa Blanca, en un encuentro descrito como “positivo”, donde se ordenó a los equipos técnicos avanzar en acuerdos de alivio.

Sin embargo, el impulso quedó sepultado por una reacción presidencial que, para muchos analistas, evidencia un quiebre profundo en la relación bilateral histórica.

Desde la escalinata del avión que lo llevaba a una gira de nueve días por Asia, Carney reaccionó con serenidad, señalando que “no podemos controlar las políticas comerciales de Estados Unidos”, pero que Canadá está lista para continuar las negociaciones cuando exista voluntad real del otro lado.

“Reconocemos que las políticas de EE.UU. han cambiado fundamentalmente. Estamos abiertos a seguir el progreso cuando los estadounidenses estén listos, porque beneficiará a trabajadores y familias de ambos países”, declaró.

El mandatario también confirmó que Canadá buscará acelerar su diversificación comercial, abriendo oportunidades con países asiáticos para reducir su dependencia de EE.UU. en sectores críticos como la industria automotriz, minerales estratégicos y manufactura avanzada.

“Podemos construir nuevas alianzas. No se trata solo de resistir, sino de reinventar nuestra estrategia de crecimiento”, concluyó Carney.

Mientras tanto, la oposición canadiense, encabezada por Pierre Poilievre, aprovechó la coyuntura para atacar a Carney, acusándolo de prometer una “victoria negociada” que nunca llegó y de permitir una pérdida constante de empleos industriales.

Este nuevo episodio agrava el ya frágil equilibrio geopolítico del T-MEC, reconfigurando los bloques de poder dentro de la región y reforzando, paradójicamente, el papel de México como posible eje de estabilidad comercial en la era post-pandemia y preelectoral de Norteamérica.

Con este escenario, la región de Norteamérica enfrenta un reacomodo estratégico de su cadena automotriz, en un entorno cada vez más influido por decisiones políticas, incentivos nacionales y estrategias de relocalización que podrían redefinir el mapa de la manufactura en los próximos años.