Si bien existen diferentes definiciones sobre compliance, una de las más aceptadas se refiere al conjunto de procedimientos y buenas prácticas que permiten, a las compañías, identificar y clasificar tanto los riesgos operativos, como los legales. Asimismo, ayuda a prevenir, gestionar, controlar y reaccionar frente a los mismos , de acuerdo con la World Compliance Association.
Además, conecta y protege a la capacidad que los empleados de una organización necesitan para seguir las políticas y procedimientos. Con ello, compliance es una parte esencial en la mitigación de pérdidas y en la protección reputacional de una compañía.
Podría pensarse que se establece como una herramienta más de gestión empresarial o que juega un papel distinto al interior de las organizaciones. La realidad es que funciona como un pilar en la gestión que apoya a las empresas a mantener un control y una revisión ante las obligaciones y los desafíos que enfrentan a distintos niveles.
Cuando los puntos de control ya se han definido, también se asientan los futuros procedimientos con el objetivo de satisfacer los requerimientos de cada actividad, tanto en la resolución de conflictos, como en la mitigación de riesgos y, principalmente, para impulsar el crecimiento de las compañías.
Fuera de parecer un tema “del momento” o que sólo estará en la agenda empresarial por un corto plazo, la tendencia es otra. El tamaño del mercado de compliance, riesgo y gobernanza empresarial global se valoró en 40,840 millones de dólares, en 2021, y la expectativa es que crezca 14%, por año, hasta 2030, según un estudio de la consultora Grand View Research .
Pese a que las preocupaciones regulatorias dependen de la naturaleza de un negocio —un banco y una tienda minorista tendrán distintas presiones—, suelen existir riesgos compartidos, como lavado de dinero, corrupción y sobornos.
Para no llegar a estos casos, más cercanos a la realidad de lo que se cree, es necesario comprender con quién se hacen negocios para protegerse contra daños financieros y de reputación. Como en otras áreas, la tecnología, el uso inteligente de datos, interpretación de la información, herramientas y análisis son cruciales para ir en la dirección correcta y explorar el máximo potencial de las empresas.
Con la finalidad de proyectar y aplicar este soporte en las resoluciones empresariales, hay que considerar los siguientes factores clave:
• Componente ético. Compliance funciona bajo un ámbito normativo, pero su alcance no permanece únicamente en ese nivel, ya que al aplicar la ley no se muestran operaciones éticas en su totalidad. Aquí es donde interviene el cumplimiento, al buscar convenios y conciliación entre lo ético y lo legal.
• Garantizar la ejecución. Que esta acción se desarrolle bajo condiciones de independencia y libertad resulta fundamental; de igual forma será en lo correspondiente a la jurisdicción para delimitar procesos y hacer uso de los medios necesarios con la finalidad de llevarlos a cabo.
• Funcionalidad y operatividad. Lo referente a compliance no debe desdeñarse en comparación con otra clase de operaciones (funciones, área, procesos). Al otorgarle la operatividad necesaria para su aplicación, se colaborará en un procedimiento de ética y cumplimiento; consideremos que la ética empresarial y la legalidad son la base para alcanzar el éxito en esta materia.
• Integralidad. El conocimiento colectivo de quienes forman parte de la organización es esencial en la aplicación de un protocolo ético y dentro del marco legal. De esta forma se avala la adquisición de tales elementos y todos los implicados aceptan el procedimiento como suyo.
El primer acercamiento al compliance puede iniciar con una pregunta clave: ¿a qué riesgos está expuesta la compañía? La construcción de esta respuesta debe ir guiada por expertos que utilicen datos para obtener una visión general de clientes, negocios, peligros y oportunidades.
Recordemos que descuidar intangibles, como la reputación, puede poner en riesgo hasta el 90% del valor de una compañía, sin mencionar presiones de liquidez, dudas entre stakeholders e incapacidad para retener y contratar nuevo talento.