Por Marcelo de
la Garza, cofundador de Gesta Labs
Mail: marcelo@gestalabs.com
Hace unos años
tuve la oportunidad de visitar una fábrica de tabaco en la que estaba
sucediendo algo muy interesante: los directivos habían lanzado una campaña para
que los operarios de la planta propusieran mejoras a los procesos y resolvieran
problemas con el uso de la tecnología. Los trabajadores tenían que compartir
sus ideas en una plataforma donde todos podían verlas y discutir aquellas que
tenían los mayores beneficios. Al final, quienes lograban que sus propuestas se
reflejaran en mejoras a procesos –e impactos económicos– recibían
bonificaciones.
Esto último no
es lo relevante, sino el hecho de que la iniciativa incluía a las personas en
un entorno de transformación digital. Es clave comenzar a pensar de esta manera
porque la fuerza laboral es lo más importante que tenemos en cualquier
industria.
Quizá pienses
que te estoy diciendo un cliché, pero, a medida que
avanzamos en el entendimiento de la Cuarta Revolución Industrial, queda más
claro que el reto de fondo es preparar a la fuerza laboral para lidiar con las
tecnologías emergentes, adaptarse a ellas y desarrollar nuevas habilidades.
Sería un error
muy costoso pensar que las tecnologías emergentes sirven para reducir la nómina
de nuestras empresas. Quien piense así está siendo egoísta y poco estratégico.
Cuando hablamos del futuro de la fabricación, pocas veces enfatizamos en la
importancia de tener un enfoque centrado en las personas.
Creo que no
estamos mandando el mensaje correcto y es normal que veamos una tremenda
resistencia al cambio en nuestra fuerza laboral cuando mencionamos conceptos
como transformación digital e industria 4.0 –no se diga cuando hablamos de
inteligencia artificial al interior de una fábrica–. Este miedo es resultado de
algo que no estamos comunicando adecuadamente respecto al alcance de las
tecnologías emergentes.
Debemos tener
claro dos cosas: 1) la tecnología siempre ha sido una herramienta al servicio
de las personas y 2) la sustitución laboral ha existido siempre, no sólo con la
Cuarta Revolución Industrial. Sucedió con los primeros tractores agrícolas y no
se ha detenido. Lo vimos con los cajeros automáticos o con los estacionamientos
automatizados. Avances que no tienen nada que ver con la inteligencia
artificial o el IoT.
Entonces, ¿la
tecnología es buena o mala para las personas? Ninguna de las dos. Todo depende
de la forma en que la usemos. Un martillo es una maravillosa herramienta para
construir cosas. Y también puede servir como arma para golpear a alguien. Algo
similar sucede con la inteligencia artificial, por ejemplo.
Lo más
importante, insisto, es pensar en el desarrollo de la tecnología como una
herramienta al servicio de las personas, que les dará nuevas habilidades y
oportunidades.
En el mundo de
la fabricación, donde el recurso humano especializado es algo escaso, conviene
poner las cosas en su lugar, porque la manufactura es mucho más que un conjunto
de tareas que le puedes delegar a un robot. Las plantas del futuro –que
comienzan a ser cada vez más las del presente– necesitan gente que se haga
cargo no sólo de desarrollar productos innovadores, sino también de controlar,
solucionar problemas y ejecutar operaciones complejas.
Esta es la
premisa del Foro Económico Mundial en su informe Augmented Workforce: Empowering People, Transforming Manufacturing,
el cual pone énfasis en colocar a la fuerza laboral en el centro de las
discusiones, creando un ambiente de trabajo más accesible e inclusivo,
aumentando el bienestar de los empleados y fomentando la conexión humana y la
colaboración.
El Foro
Económico Mundial está mandando mensajes para generar un enfoque inclusivo de
las personas en el contexto de la Cuarta Revolución Industrial, donde la
información se mueve por aluviones y el miedo a la sustitución del trabajo está
más latente que nunca.
A medida que
la fabricación se adapta cada vez más a las tecnologías emergentes, surge una
brecha entre la demanda y la oferta de habilidades en ciencia, tecnología,
ingeniería y matemáticas (STEM), que se requieren para hacer frente al nuevo
ritmo de la innovación.
“Mientras que
la tecnología se necesita para resolver problemas, se requieren humanos que
sepan qué problemas resolver y cuáles son los enfoques más adecuados para
resolverlos”, explica. El informe se refiere al término “augmentation” como el uso de tecnologías para respaldar
simultáneamente el empoderamiento y el compromiso de las personas, aumentar la
productividad e impulsar la excelencia en las operaciones. Su objetivo es
descubrir las formas más efectivas de apoyar o ampliar las habilidades humanas
con el uso de la tecnología.
Esto es clave
y es algo en lo que debemos insistir. La tecnología se puede utilizar para
aumentar las capacidades y habilidades humanas de diversas maneras: desde la
resolución de problemas hasta la ejecución del trabajo, el análisis de datos,
las capacidades físicas, el aprendizaje, la comunicación o la toma de
decisiones.
En este
contexto, por ejemplo, el Foro Económico Mundial puntualiza algunas de las
tecnologías que han demostrado ser útiles para potenciar las habilidades
humanas. Entre ellas: realidad aumentada, computer vision, IoT y las
plataformas conectadas para que los operadores mejoren la comunicación y el
control en entornos industriales.
Podríamos
profundizar en la manera en que cada una de ellas ayuda a una persona, pero lo
más importante es mantener la discusión de fondo: la importancia de crear
tecnologías centradas en las personas, para convivir con ellas, no para
segregarlas.