Todo este discurso sobre Noruega es para decir, que nací y crecí en uno de los países más equitativos del mundo. Eso tuvo un fuerte impacto en como desarrollé mi opinión sobre los roles de género.
Aunado a eso, recuerdo mucho una lección que me dio mi madre a muy temprana edad. Me dijo: “Ina, si alguien en este mundo lo ha logrado, tú también eres capaz de lograrlo.” Hoy, algunos años después, empiezo a captar la potencia y profundidad de esta sencilla lección que me dio mi madre.
Ella me quiso decir que siempre es mejor tener una mentalidad de crecimiento y aprendizaje en vez de una mentalidad fija. En la mentalidad fija las personas creen que sus habilidades básicas, incluso su inteligencia son cosas inamovibles, que tienen un límite el cual no se puede superar, y que todo depende de la suerte que hayas tenido con el reparto de inteligencia y de habilidades, dado que es algo que no se puede cambiar.
La mentalidad de crecimiento implica pensar que hasta las habilidades más básicas se pueden mejorar con entrenamiento, buenos profesores, recursos y el tiempo que se requiere para un proceso de aprendizaje, siempre viviendo en mejora continua.
Modern daddy: Norway's progressive policy on paternity leave (ilo.org)
Las personas con este tipo de mentalidad son conscientes de que pueden desarrollar sus habilidades. ³
Cuando tenía 4 años empecé a patinar en hielo. Algo que empezó con la intención que (como todos los noruegos) yo tenía que saber moverme de manera segura sobre hielo, pronto me encontré practicando un deporte de alto rendimiento de 5-7 horas de entrenamiento por día. Resultó que tenía talento y gané 3 veces el campeonato nacional y participé en el mundial. Pero también me enseñó que el talento solamente nos brinda el 20% del éxito. El otro 80% son esas 5-7 horas por día, 51 semanas al año de esfuerzo, dolor, presión, repeticiones, fracasos y exigencias de uno mismo y de otros. Cuando leí un libro de Malcome Gladwell que comentó de la regla de las 10000 horas me hizo mucho sentido.4 La regla de las 10000 horas comenta que para verdaderamente llegar al nivel de ser experto en cualquier tema, hay que invertirle a la práctica justo esas 10000 horas. El patinaje me enseñó disciplina, estructura, metodología y sacrificio, pero aún con todo esto sólo me llevó a ser medianamente exitosa.
Algunos de ustedes podrían pensar que medianamente exitosa suena extraño por que no es y nunca será cosa sencilla lograr el simple hecho de haber vivido esas experiencias. Pero considerando el sacrificio que implica esa practica intensa, mi meta en aquel momento no sólo fue participar, si no que en algún día llegar a ganar. Me di cuenta de que por más que intentaba no podía lograr esa meta y decidí dejar el patinaje. Cuando decidí dejar el patinaje no fue en mentalidad de fracaso, pero fue con la idea de buscar otro reto en la vida en el que si pudiera “ganar el mundial”.
Esa lección me resultó ser muy útil en la vida. Cuando hoy observo personas, y lamentablemente tengo que admitir, muchas mujeres, que cuando se les cierra la puerta o no se les otorga una posición en el primer intento se rinden y empiezan a dudar de sí mismas.
Para llegar a tomar la posición que tengo hoy en día como directora de planta de Continental Aguascalientes, anuncié mi interés en la posición una vez y apliqué formalmente a la posición otra vez más. En las dos ocasiones la respuesta fue negativa: No fui la seleccionada, me faltó experiencia, edad, etc. Y sí es cierto. No estuve preparada completamente, pero aún así seguí luchando, aprendiendo, trabajando, demostrando que si podía. Cuando la posición se abrió por tercera vez volví a aplicar y fui la seleccionada. Había impresionado a los que tomaban la decisión con mi resiliencia, insistencia y actitud positiva ante desafíos.
Juntando la mentalidad de crecimiento que me enseñó mi madre, con la disciplina del patinaje generé un fundamento firme para saber que puedo alcanzar cualquier meta que me ponga.
La realidad para personas de minoría es diferente. La minoría siempre tiene que dar el extra. Especialmente en primeras interacciones con personas en el ámbito profesional tenemos que ser un poco más de todo: más preparados, más informados, más sabios y más profesionales. Mi primer trabajo fue como vendedora de bandas transportadoras en la industria minera. Tenía 22 años y era siempre la única mujer. Son dos factores que tenían como consecuencia que siempre me enfrentaba con una situación similar. Cuando llegaba a la mina y me recibían los compradores e ingenieros no era lo que esperaban. Aprendí que este instante de sorpresa antes de un posible rechazo hay que aprovecharlo. En estos momentos de sorpresa tienes que decir las palabras correctas, demostrar suficiente conocimiento técnico y convencer con aptitudes y preparación extraordinaria. Solamente si logras eso, serás escuchado, aceptado y tomado en serio.
En mi vida laboral he observado algunas características que pueden ser de beneficio para la organización si las mujeres las pueden aplicar de la manera correcta.
La primera seria convertir el efecto del síndrome del impostor en algo benéfico para nosotras. El síndrome del impostor, a veces llamado síndrome del fraude, es una situación psicológica en la cual las personas exitosas son incapaces de asimilar sus logros, de hecho, algunos investigadores la han vinculado al perfeccionismo, sobre todo en mujeres. La tendencia a minimizar y subestimar el éxito es significativa en quienes padecen el síndrome del impostor. Sabiendo que las mujeres tenemos tendencia a sufrir de este síndrome, es un trabajo constante de reflexión y exigirnos a exponernos y ser valientes. Pero este síndrome no solo tiene efectos negativos. Las personas que padecen de ello suelen preguntar más, ser más sensibles y empáticas. Eso puede tener como efecto que los resultados del trabajo de personas que tienen el síndrome del impostor sean mayores que en las personas que no se cuestionan tanto o sobrestiman sus éxitos. Yo observo que mujeres a veces les cuesta sentir que merecen su éxito o que genuinamente pertenecen a la posición de liderazgo y toma de decisiones. Yo recuerdo qué fue lo que me hizo llegar a mi posición, qué fortalezas tengo y la retroalimentación positiva que he recibido en los momentos en los que me llegan dudas sobre si soy la persona correcta en la posición correcta. Aceptemos que nosotras las mujeres podemos minimizar nuestros éxitos, trabajemos en asimilar que pertenecemos y seguimos en un camino de constante aprendizaje y mejora.
Otro factor importante de llegar al éxito es escuchar, preguntar y admitir que no lo sabemos todo. Siendo joven en retos importantes noto que cuando yo tengo la humildad de decir que no sé, se abren puertas. A las personas les gusta y les es importante compartir su conocimiento y experiencias. He observado que así las personas se suman al proyecto, solución de problema y se sienten participes.
El tercer factor decisivo del éxito es lograr crear una marca personal. La creación de una marca personal implica definir tus objetivos, definir el mensaje y el tono de comunicación, definir la imagen pública que vas a tener, planificar acciones y medir resultados. Tener en mente tu marca personal asegura que cada día te acercas un poco más a tu meta y no te desvíes del camino con distracciones. Además, el poder comunicar y transmitir tu marca personal asegura que se sumarán las personas adecuadas en cada etapa de este camino.
Eso me lleva al siguiente punto importante: el Networking. Somos seres sociales y nuestro éxito y fracaso no depende solamente de nosotros. Las personas que nos rodean nos inyectan nuevas ideas, nos respaldan y así nos dan más confianza. Con el network adecuado se nos abren oportunidades de negocio y nos hacemos visibles por nuestras capacidades. Las personas más valiosas en una red de contactos profesionales son individuos con un perfil importante que ayudan a solucionar situaciones complejas con consejos o hasta con un apoyo financiero.
En mi camino en la industria, que en tantos aspectos sigue siendo principalmente dominada por hombres, creo que las mujeres podemos tomar dos caminos: 1. Adaptarnos y querer ser como los hombres 2. Mantener nuestra esencia y sumar como mujer en la industria.
Yo soy orgullosamente mujer. Soy fuerte, tomo decisiones, riesgos y analizo datos. Pero también escucho, soy empática, y soy plenamente femenina. No soy igual a los hombres y no lo intento serlo. Soy minoría, represento la diversidad que suma y tengo mi propia receta del éxito.