Ciudad de México, 22 de junio de 2021.- Recientemente, una
antigua discusión ha resurgido en el país: ¿Tiene la industria automotriz demasiados
incentivos fiscales en México? Desde al menos los años noventa, este tema ha
sido usado para tergiversar la atracción de inversiones, que, a su vez, es comúnmente
usada para presumir administraciones estatales o federales, según convenga.
Este tira y afloja, fuera de la esfera política, pone
tensiones al sector automotriz no solo en México, sino en muchos países del
mundo, justo cuando la industria lucha por superar la enorme caída provocada
por la pandemia y sus efectos, como el desabasto de semiconductores, o los
enormes gastos de inversión en manufactura y desarrollo que implica el tránsito
a los vehículos eléctricos y autónomos.
ENTENDIENDO LOS ESTÍMULOS FISCALES
Para comenzar a desmenuzar la situación, debemos comprender su
contexto. Los incentivos fiscales a la inversión no aparecen solo porque sí, y
tienen beneficios, así como costos. Citando a la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL)/Oxfam Internacional, en su documento Los
incentivos fiscales a las empresas en América Latina y el Caribe: 'una
política de incentivos será costo-efectiva si los beneficios que produce, tanto
económicos como sociales y ambientales superan a los costos que genera'.
Según el estudio de la CEPAL, Chile y México son los
países más avanzados en el uso de incentivos fiscales costo-efectivos,
gracias al uso de instrumentos como deducciones, créditos tributarios y
diferimientos impositivos que están más relacionados con la inversión y
presentan una mayor participación en el costo fiscal total de los incentivos.
Es muy importante saber que si bien los incentivos fiscales
pueden devenir en gastos tributarios (pérdida de recaudación), no todos los
gastos corresponden a incentivos, pues algunos pueden ser simplemente
beneficios tributarios. Explicado de otra forma, todo incentivo implica un
beneficio, pero no todo beneficio constituye un incentivo (Villela, 2006). El
objetivo principal de un incentivo es promover un cambio en el comportamiento
de los agentes económicos; por ejemplo, el de cambiar la composición del
PIB de un estado como Guanajuato, de uno predominantemente agrícola a uno
manufacturero (lo que es hoy una realidad).
En general, América Latina aún tiene mucho por avanzar para
mejorar la gobernanza de incentivos fiscales, recalcando la necesidad de
tener fechas de término para regímenes preferenciales y evaluaciones
periódicas sobre costo y efectividad de tratamientos fiscales
preferenciales, tener mayor participación de organismos ciudadanos y
cooperación internacional.
EL CASO DE MÉXICO CON LA INDUSTRIA AUTOMOTRIZ
El SAT, a través de Raquel Buenrostro Sánchez, Jefa del
Servicio de Administración tributaria, declaró a El Economista que la industria
automotriz 'tiene en muchos beneficios fiscales comparados con los que se
tiene en otros países'.
Comparemos esto con lo dicho por Federico Ovejero, Vicepresidente
de GM para Argentina, Paraguay y Uruguay a Infobae: 'Hicimos un estudio
hace tres años con una consultora internacional para saber la competitividad de
nuestros vehículos en Brasil, México y Argentina. Brasil es un 30% más caro que
México para fabricar un coche, y Argentina es un 60% más caro
que México para fabricar un coche'. Esto, hablando sobre la carga impositiva
que hay en México, por lo que podría decirse que México sí cuenta con mejores
beneficios fiscales.
En México se tiene una deducción del ISR del 25% por inversión
en el sector automotriz, y un crédito del 30% para proyectos de I+D, además de
exención de impuestos indirectos/aranceles a empresas IMMEX, según CEPAL. Según
el estudio citado, en nuestro país, el gasto tributario por estos incentivos
a la inversión es menor al 0.9% del PIB, uno de los más bajos de Latinoamérica.
Por su parte, el SAT presentó a mediados de junio una tabla
donde se afirma que el sector automotriz tiene una tasa efectiva promedio de 1.39%
en las armadoras y de entre 2.17% y 4.67% en las autopartes, lo que para consejos
del sector empresarial es un mal cálculo.
Tomando estos datos contrastantes en cuenta y nuestra
pregunta inicial: ¿hay demasiados incentivos fiscales en México?, podemos suponer
que: hay más incentivos fiscales en México para la industria automotriz que
en otros países, pero no tantos como para representar un gasto tributario excesivo.
Daniel Romo, Director de Inteligencia de Directorio
Automotriz, profundiza en la verdadera magnitud de los apoyos y sus resultados:
'En términos generales, los incentivos no han sido únicamente fiscales,
sino muchas veces se negocia infraestructura clave (como terreno, conexión con vías
férreas o carreteras, urbanización, etc.) o bien económicos (ayudar en la
formación y capacitación del personal, cubrir algunos trámites burocráticos, etc.).
Los incentivos, en la gran mayoría de los casos, son un paquete de diferentes
aspectos negociados a la medida de cada caso y no siempre son
significativos, por lo que en la relación costo-beneficio resultan
evidentemente muy convenientes'.
UN EQUILIBRIO DELICADO
Si bien queda claro que una revisión y estudios de los
incentivos fiscales vigentes para el sector automotriz son necesarios,
simplemente porque no han sido realizados durante varias administraciones,
también se debería buscar que estos sigan siendo posibles para continuar
como uno de los diez países con mayor atracción de IED en el mundo.
México no puede darse el lujo de ser uno de los países donde
se fabrican más automóviles en el mundo y además pasar a ser uno donde
hacerlo sea demasiado caro para la industria. Encontrar un balance en esta
situación será complicado, más cuando los éxitos de tener incentivos fiscales
se han traducido en cientos de miles de empleos y decenas de miles de
millones de dólares en inversiones, transformando regiones enteras como el
Bajío en las zonas de producción automotriz más dinámicas del continente, y
el mundo.
La clave parece estar una vez más en la gobernanza y la
transparencia de la industria automotriz y en el ejercicio responsable de los
gastos tributarios. ¿Hasta qué punto puede mediarse entre la continuación
de incentivos fiscales y el alza en la recaudación de grandes contribuyentes? Esa
es una pregunta que solo el tiempo podrá responder.