Con esa medida, no solo se eliminó una importante carga fiscal para el sector metalúrgico nacional, sino que además se superó un gran obstáculo rumbo a la ratificación del nuevo Tratado de Libre Comercio de los países de América del Norte (T-MEC).
Edgar Almaguer, Socio de Auditoría en Deloitte México - Industrias de Manufactura y Minería, analiza los principales efectos que tuvo el mencionado gravamen durante el tiempo en el que estuvo vigente y las perspectivas que, hacia futuro, tiene el sector.
¿Qué impacto tuvo para la industria metalúrgica nacional la imposición de aranceles al acero y al aluminio, por parte de los EE. UU., en 2018?
Uno de los principales efectos percibidos fue la sobredemanda de productos de acero en el mercado nacional, derivada de la limitación que sufrieron ciertas exportaciones metalúrgicas, al no poder competir por precio en el mercado de los Estados Unidos.
Por otro lado, respecto a quiénes fueron los principales afectados por esta medida, consideramos que, de manera directa a inmediata, fueron los comercializadores. Indirectamente, las repercusiones se hicieron sentir también entre los productores, ya que, al disminuir sus volúmenes de exportación, se vieron obligados a tratar de colocar sus productos en el mercado nacional, creando con ello una sobreoferta y una situación desfavorable en negociaciones de precios.
¿Hubo algún área específica del sector en el que se dieran las principales afectaciones?
Durante el tiempo que estuvieron vigentes los aranceles, ¿existió algún tipo de apoyo para las empresas afectadas? ¿Fue suficiente?
El apoyo por parte de las instituciones gubernamentales estuvo enfocado en buscar, mediante la vía diplomática, la eliminación de los aranceles impuestos por el gobierno de los EE.UU. No se observó ninguna medida relevante de otro tipo, como pudiera ser la imposición de aranceles a productos importados de la Unión Americana u otros subsidios que pudieran amortiguar el efecto. La estrategia del gobierno ha sido tratar de llegar a acuerdos que permitan el libre comercio.
Desde tu perspectiva, ¿el nuevo acuerdo firmado entre México, Canadá y los EE.UU. representa nuevos desafíos para la industria?
La industria del acero ha tenido épocas muy volátiles, ya que reacciona de manera directa a cambios en los precios ocasionados por la oferta y la demanda. Si bien es un efecto que ha existido desde el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN), el nuevo acuerdo (T-MEC) impacta de manera importante a la industria automotriz.
A pesar de que algunos productores de acero en México, simple y sencillamente, no están enfocados en este nicho de mercado, existen otros que sí participan en esta industria, los cuales seguirían teniendo desafíos relacionados con el cumplimiento de los requerimientos de producción de automóviles (por ejemplo, que cierto porcentaje mínimo sea fabricado en uno de los tres países).
Por otra parte, mientras se logren neutralizar las intenciones de imponer aranceles al acero o de aplicar el impuesto de 5% general anunciado recientemente por Trump, seguirán existiendo barreras que la industria solo podría atacar mediante eficiencia en los costos, pues los productores nacionales se verían obligados a competir con precios que puedan absorber los aranceles en el mercado estadounidense.
Finalmente, ¿cómo pinta el panorama para la industria metalúrgica nacional en los próximos meses?
Desde nuestra perspectiva, observamos que las empresas de la industria están más optimistas por la eliminación reciente del arancel de 25% a las importaciones en los EE.UU., y más aún ahora que el gobierno federal ha logrado negociar con ese país la no imposición de aranceles a todos los bienes producidos en México, que amenazaban con ser progresivos.